La marea de San Bernardo

Roberto Villar Blanco

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Guillermo y Pablo, amigos desde siempre, a quienes el sentido com?n les dicta que desistan del empe?o irracional en el que se embarcan, emprenden, con veinticinco a?os, un tard?o viaje inici?tico. Ambos lo conciben como el comienzo de algo y, tambi?n, como el final de muchas cosas. Sin embargo, como siempre les ha ocurrido, no tienen claro qu? es lo que se inicia y qu? lo que acaba. Guillermo, luego, un lustro despu?s, cuenta este road-book trabajoso, liberador y, necesariamente, irrepetible. Viajan a la playa de sus vacaciones adolescentes, donde pretenden quemar, en una hoguera sanadora, los cuadernos escolares de la infancia. El ritual puede parecer vac?o, pero no lo es para ellos, quienes, desde siempre, treparon a ?rboles inexistentes. Ninguno sabe conducir, pero la realidad jam?s plante? para los amigos un obst?culo inabordable, por lo que roban el coche del padre de Pablo, y se incorporan, muy lentamente, al tr?fico de Buenos Aires. El camino no est? libre de pasajes risue?os, porque los acompa?a, irremisiblemente, el humor -fatalista siempre- que tantas veces los salvara de morir en oscuros recodos infantiles. Esta vez, no bastar?n las risas para ampararlos. Ambos saben, cuando emprenden la marcha que los llevar? a la playa de San Bernardo, que hay un viaje del que no se sale indemne. A?n as?, se encaminan hacia la costa inevitable con la alegre ceguera de los ni?os.

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